Por: Carlos A. FERREYROS SOTO
Doctor en Derecho
Universidad de Montpellier I Francia.
cferreyros@ferreyros-ferreyros.com
Resumen
En el libro "Un mundo sin trabajo", de Daniel Susskind, Jean Luc Metzger, explora en la Revista del Trabajo, 26 /2025 las consecuencias de los avances tecnológicos y la inteligencia artificial en el mercado laboral del siglo XXI. El análisis de Susskind destaca la siguiente paradoja: si bien la tecnología promete mayor prosperidad, también conduce a una escasez de trabajo remunerado, reemplazando gradualmente a las personas en muchos sectores, desde la medicina hasta la justicia, pasando por la escritura y la administración de empresas.
Susskind señala que el trabajo no desaparecerá por completo, sino que se volverá
más escaso, lo que aumentará el riesgo de desempleo tecnológico y ampliará las desigualdades
sociales. Enfatiza que la capacitación y la adaptación de habilidades no serán suficientes
para contrarrestar esta tendencia, ya que la automatización está afectando a profesiones
que antes no se veían afectadas.
Ante estos desafíos, el autor aboga por una fuerte intervención gubernamental:
propone la redistribución de la riqueza, la implementación de medidas como la renta
básica universal y la limitación del poder de las grandes empresas tecnológicas
(GAFAM). Para Susskind, el futuro estará determinado por el equilibrio de poder
entre los "Grandes Estados" y las "Grandes Tecnológicas".
Finalmente, nos invita a repensar el lugar del trabajo en la sociedad, a explorar
alternativas al empleo asalariado tradicional y a cuestionar el sentido de la vida
sin trabajo. Su ensayo pragmático y matizado advierte sobre los riesgos políticos
y sociales de un mundo donde el trabajo se convierte en un bien escaso, a la vez
que abre caminos de reflexión para prepararnos para el "mundo después".
Este libro debiera advertirnos de los desafíos asociados a las tecnologías y en particular a la Inteligencia Artificial pregonados en múltiples foros latinoamericanos, desde la sola perspectiva del derecho y la administración de justicia por quienes abogan por una mayor eficiencia y eficacia productiva, permanente capacitación y adaptación de habilidades contradiciendo las teorías neoshumpeterianas pero sin que ellas logren revertir la tendencia de rarefacción del trabajo, pérdida de ingresos, aumento de las desigualdades sociales pero también de límites en la demanda de bienes.
El presente artículo fue traducido del francés al castellano por el suscrito con la ayuda del aplicativo Google Translator, el texto original se encuentra al final, después de la Bibliografía.
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Daniel Susskind,
Un mundo sin trabajo. Cómo las nuevas tecnologías y la inteligencia artificial
están transformando el mercado laboral
Jean-Luc Metzger
Referencias:
Daniel Susskind, Un mundo sin trabajo. Cómo las nuevas tecnologías y la inteligencia artificial están transformando el mercado laboral, París, Flammarion, 2023, 430 p. Título original: Un mundo sin trabajo. Tecnología, automatización y cómo deberíamos responder, 2020.
1 Publicado en el Reino Unido en 2020 y disponible en francés en 2023, Un mundo sin trabajo - que debería haberse titulado ¿Hacia un mundo sin empleos?, o mejor aún, ¿Qué hacer en un mundo con menos empleos? - ha sido objeto de varias presentaciones en línea, entrevistas con el autor y algunas reseñas de economistas y periodistas económicos. Por lo tanto, los lectores pueden hacerse una idea inicial del contenido y la relevancia de este libro consultando (Desnoyer, 2023; Deubel, 2023; Fortin, 2023; Lavarec, 2023).
2 Entonces, ¿qué sentido tiene ampliar la lista de perspectivas de este grueso libro de 430 páginas? Desde la perspectiva de un sociólogo, esperamos, con esta reseña, ayudar a quienes, abrumados por la gran cantidad de publicaciones sobre el futuro del trabajo o los impactos sociales de la inteligencia artificial (IA), deseen incluir este abundante volumen en su lista de lecturas obligatorias.
3 La idea de este libro, nos cuenta Daniel Susskind, surgió de la escasez de empleo que, entre 2020 y 2022, caracterizó la pandemia mundial de confinamientos y toques de queda. Susskind observó, como si los hubiera magnificado con un microscopio, los riesgos asociados al desarrollo descontrolado de nuevas generaciones de "nuevas tecnologías". De hecho, escribe en el prefacio, el período de confinamiento y la drástica reducción de las comunicaciones "nos brindaron una doble visión: de cómo podría ser el futuro y de la magnitud de los desafíos que enfrentaremos cuando finalmente llegue" (p. 8). Para él, este período ha acelerado la tendencia hacia la destrucción, no de "empleos", sino de "empleos". Y esta aceleración es el resultado de una ola sin precedentes de automatización de tareas gracias al uso masivo de un nuevo tipo de dispositivos técnicos: los basados en IA. Lo que hace única a esta importante reducción de personal es que se ha llevado a cabo en sectores que uno podría no haber pensado que se conservarían, como la atención médica (programación de citas, diagnóstico) o el derecho: «De la noche a la mañana, los tribunales se convirtieron en servicios en línea» (p. 13).
4 Si bien él, a su vez, retoma la clásica y frecuentemente debatida cuestión de las consecuencias a largo plazo de la innovación tecnológica, las conclusiones de Daniel Susskind contradicen las teorías neoschumpeterianas dominantes. Cabe recordar que estas teorías sostienen que, a largo plazo, el uso de las innovaciones crea más empleos de los que destruye a corto plazo. Para el autor, esto no ocurrirá con las últimas generaciones de software de IA. Para finales del siglo XXI, las colosales inversiones de las multinacionales que diseñan y venden estas tecnologías eliminarán una gran cantidad de empleos.
5 Y esto es cierto independientemente del nivel de cualificación asociado a ellas. De hecho, para Daniel Susskind, los dispositivos basados en software de IA se distinguen por su capacidad de autoaprendizaje. Indefinidamente. Por lo tanto, no hay límites a cómo se utilizarán estas tecnologías, intencionalmente, para reemplazar, una tras otra, tareas que antes realizaban los humanos. Seamos claros: las máquinas no simplemente invadirán nuestras tareas, sino que nos reemplazarán. Las últimas generaciones de innovaciones serán diseñadas deliberadamente por equipos de profesionales para excluir a la mayoría de los demás profesionales, con la aprobación informada de los gestores de capital.
6 ¿Incluso las tareas manuales? Sí, siempre y cuando su sustitución resulte rentable desde la perspectiva del inversor. Esto se demostró durante los confinamientos y los toques de queda: «Pienso en las máquinas que reponen estanterías, preparan embalajes, reciben a los clientes, entregan mercancías, limpian suelos, toman la temperatura, etc.» (p. 16). Las categorías más afectadas por la pérdida de empleos fueron las de los puestos menos cualificados y peor remunerados.
7 ¿Y las llamadas tareas de interacción humana? La misma respuesta. Hasta 2020, estos trabajos habían escapado relativamente a la automatización porque implicaban interacciones interpersonales. Pero el confinamiento ha impulsado la automatización de estas tareas, y el autor está convencido de que esta tendencia se intensificará. Esto se debe a la capacidad de ciertos programas de software para reconocer los sentimientos o las intenciones de los seres humanos, basándose en una interpretación cada vez más precisa de sus expresiones faciales o apariencia general. Por ejemplo, se utilizan robots sociales para monitorizar a pacientes con Alzheimer.
8 Lo mismo ocurrirá con las llamadas profesiones intelectuales: el libro está repleto de ejemplos del ámbito jurídico, donde el software está invadiendo tareas que antes realizaban abogados, jueces y profesionales del derecho en general. El campo médico también está en su mejor momento para la sustitución del trabajo humano por dispositivos basados en IA, ya sea en el desarrollo de diagnósticos o el diseño de nuevos fármacos. La docencia, las finanzas, el periodismo, por no hablar del ámbito militar, la creación artística, etc., no parece haber ningún ámbito de actividad que pueda escapar al afán de racionalización de multinacionales como Alphabet (Google), Apple, Cisco, Criteo, DeepMind, Fujitsu, HPE, IBM, Intel, Meta, Microsoft, Nvidia, Samsung, SAP y Uber.
9 Sin duda, seguirá habiendo empleos escasos y altamente cualificados, pero la gran mayoría de los empleos intermedios, más fáciles de rutinizar, racionalizar y, por lo tanto, sustituir por sistemas basados en IA, desaparecerán en cuanto esto pueda generar valor para los accionistas.
10 Sin embargo, en tal contexto, cabe preguntarse quiénes serán los consumidores, qué poblaciones encarnarán la "demanda". Sin empleo, ¿no se verán la mayoría de las personas privadas de ingresos y poder adquisitivo? ¿Se beneficiarán de los ingresos de reemplazo, resultantes de los procesos de redistribución? Esto es lo que el autor sugiere en la tercera parte del libro - la más extensa en páginas - al invocar la acción de un "superestado", al que denomina "Gran Estado", un estado intervencionista, una innovación institucional para regular a las multinacionales de la IA.
11 Es aún más urgente concebir este Deus ex machina, insiste Daniel Susskind, dado que el futuro de la humanidad promete estar plagado de amenazas, mucho más allá de la esfera puramente económica. El autor identifica tres categorías principales.
12 Por un lado, las desigualdades entre los tenedores de capital y el resto de la población —desigualdades que se hicieron evidentes en 2020 y 2021— se agravarán aún más y alcanzarán niveles dramáticos. Para reducirlas, será inútil invertir masivamente en capacitación para trabajos que las máquinas podrán realizar con mayor eficiencia y precisión que los individuos.
13 Por otro lado, el hiperpoder de las multinacionales - las grandes tecnológicas - les permitirá imponer sus leyes a estados, naciones y ciudadanos.
14 Pero, aún más grave, a juicio del autor, parece ser la cuestión del significado. De hecho, sin empleo, sin trabajo remunerado, las personas perderán lo que, hasta ahora, ha forjado su identidad y dado sentido a sus vidas. ¿Cómo sería, en realidad, una sociedad de puro ocio, compuesta por desempleados, incluso si tuvieran ingresos?
15 Sin aventurarse a especificar qué sería realmente el Gran Estado, esta figura hipotética llamada a dar a las sociedades un rumbo emancipador, el autor especifica sus «dos funciones principales: deberá gravar significativamente a quienes conservan capital e ingresos valiosos, y encontrar la mejor manera de compartir el dinero recaudado con quienes no tienen ni lo uno ni lo otro» (p. 253).
16 Entre quienes poseen riqueza, obviamente será necesario gravar tanto el capital patrimonial como a las grandes tecnológicas, lo que requerirá acceso a información previamente confidencial. El Gran Estado se convertirá en el Gran Hermano, pero por una buena causa.
17 ¿Misión imposible? La historia económica del siglo XX muestra, por el contrario, que una fuerte voluntad política ha permitido reducir drásticamente la participación de los mayores patrimonios en la riqueza nacional, como ocurrió entre 1933 y 1979. La Figura 8.7, página 218, es inequívoca al respecto. La misma figura ilustra cómo esta tendencia se revirtió con el cambio de política económica implementado a partir de 1979 por los líderes estadounidenses y británicos, seguidos por la mayoría de los países desarrollados.
18 En cuanto a la distribución de los ingresos así recaudados, el autor propone la introducción de una renta básica individual (RBU), «disponible solo para ciertas personas y sujeta a condiciones» (p. 267). El autor se cuida de no especificar los criterios de selección de los beneficiarios de la RBU ni definir las condiciones a las que deben adherirse, limitándose a esbozar los dilemas que cada estado deberá resolver. El Gran Estado también deberá asignar inversiones.
19 Finalmente, en cuanto a la cuestión del significado, los fundamentos de la identidad en un mundo con muchos menos empleos, la nueva figura del Estado fuerte también desempeñará un papel cada vez más importante: «Primero, reintroduciendo la política educativa de tal manera que prepare a los niños para prosperar en un mundo sin trabajo. Segundo, animando, incluso exigiendo, a las personas a ocupar su tiempo de ciertas maneras. Finalmente, si todavía hay quienes continúan 'trabajando', el Estado debe ayudar a definir el perfil de estos puestos, incluso si no son remunerados» (p. 340).
20 Daniel Susskind, autor de medios, profesor de economía e investigador del King's College de Londres, ocupó anteriormente diversos cargos en varios gobiernos británicos. Y es sin duda en su calidad de asesor de príncipes contemporáneos que emprende esta labor de síntesis.
21 De ahí la impresión de una obra ecléctica, con una estructura desconcertante, que oscila entre el ensayo, el libro de texto, la tesis académica y el libro de divulgación, que abarca un amplio espectro, moviliza los resultados de la investigación fundamental tanto en economía como en ciencia cognitiva, citando artículos de publicaciones periódicas populares así como de revistas de ciencias sociales, filósofos —de Hannah Arendt a Bertrand Russell, de David Hume a Thomas Hobbes, de René Descartes a Jean-Jacques Rousseau— así como grandes nombres de la paleontología —Charles Darwin— y, por supuesto, economistas —desde los más clásicos a los más recientes, como Thomas Piketty y Joseph Stiglitz.
22 En su afán de convencer, el autor a veces adopta el estilo de un profesor que, en clase, para mantener la atención de su audiencia, multiplica anécdotas, digresiones, apartes, sin justificar necesariamente su relevancia o los vínculos que teje entre ellos. Por ejemplo, largas discusiones se centran en los modelos teóricos que sirven de base para el desarrollo de las máquinas digitales. Cabría preguntarse, por tanto, por qué repasar, aunque sea a grandes rasgos, las etapas del pensamiento matemático que dieron origen a la invención de generaciones de IA. De hecho, el autor dedica decenas de páginas a presentar la obra seminal de Alain Turing, los diversos intentos de imitar el funcionamiento de la inteligencia humana, las diferentes líneas de investigación contempladas, el ensayo y error, los fracasos, los avances, etc. Al parecer, estos desvíos le fueron necesarios para llegar a esta afirmación: «Estos sistemas pueden ser impresionantes y parecerse a un ser humano, pero no son en absoluto capaces de inteligencia». […] Carecen de conciencia, no piensan, no razonan y no sienten como humanos» (p. 93). Nos tranquiliza.
23 Pero ¿no habría sido más relevante mencionar la huella de carbono generada por los dispositivos basadosen IA? La amenaza climática parece ajena al Mundo Sin Trabajo.
24 Por lo tanto, el autor nos advierte menos contra una criatura maligna que ha escapado de su creador, que contra el poder destructivo del capitalismo desenfrenado, los empresarios multimillonarios y sus utopías desmedidas. Hay que contener y regular la arrogancia; debemos inventar poderes compensatorios más poderosos que las multinacionales más poderosas. Debemos evitar que destruyan nuestras sociedades.
25 Ciertamente, pero en un mundo de competencia intensa y agresiva, donde todo vale, cada estado aislado, incluso si se convierte en un Gran Estado, no tendrá ninguna posibilidad de competir en igualdad de condiciones con estos gigantes financieros que se benefician y alimentan las rivalidades entre las leyes laborales y los impuestos. Los think tanks y las consultoras, reemplazados por la IA, Renovará la vieja amenaza: si nos imponen impuestos, nos trasladaremos a paraísos fiscales.
26 En un momento en que las sucesivas COP confirman a diario la incapacidad de los estados rivales para acordar la reducción de los riesgos climáticos, en un momento en que las diversas agencias de la ONU observan con impotencia cómo los estados beligerantes violan el derecho internacional, ¿cómo podemos moldear la tan necesaria cooperación internacional?
27 Sin duda, el autor es muy consciente de estos
obstáculos. Por eso, su libro puede considerarse una distopía, que presenta el
peor escenario posible para que, quizás, ciertos actores convencidos cooperen e
inventen una especie de New Deal global.
Bibliografía
Desnoyers François
(2023), « “Un monde sans travail” : quand le chômage technologique
arrivera… », Le Monde, 26 janvier 2023.
Deubel Philippe,
« Note de lecture de Daniel Susskind. Un monde sans travail.
Comment les nouvelles technologies et l’intelligence artificielle reconfigurent
le marché du travail », Sociétal, décembre 2023, numéro
spécial « Le travail », tome II, p. 39-41.
Fortin Daniel
(2023), « Le mythe porteur de la fin du travail », Les Échos,
20 janvier 2023.
Lavarec Lionel
(2023), « Lecture de Daniel Susskind, Un monde sans travail.
Comment les nouvelles technologies et l’intelligence artificielle reconfigurent
le marché du travail, traduit de l’anglais par Céline Alexandre, Paris,
Flammarion, 2023 », Hermès, La Revue, no 92,
2023/2, p. 226-228.
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Daniel Susskind, Un monde sans travail. Comment les nouvelles technologies et l’intelligence artificielle reconfigurent le marché du travail.
Référence électronique
Jean-Luc Metzger, « Daniel Susskind, Un monde sans travail. Comment les nouvelles technologies et l’intelligence artificielle reconfigurent le marché du travail », La nouvelle revue du travail [En ligne], 26 | 2025, mis en ligne le 28 avril 2025, consulté le 15 juin 2025. URL : http://journals.openedition.org/nrt/20034 ; DOI : https://doi.org/10.4000/13uoq
Daniel Susskind, Un monde sans travail. Comment les nouvelles technologies et l’intelligence artificielle reconfigurent le marché du travail, Paris, Flammarion, 2023, 430 p. Titre original : A World Without Work. Technology, automation, and How we Should Respond, 2020.
Texte intégral
1Paru en 2020 aux Royaume-Uni, disponible en français en 2023, Un monde sans travail – qui aurait dû être intitulé Vers un monde sans emploi ?, ou encore mieux, Que faire dans un monde avec moins d’emplois ? – a fait l’objet de plusieurs présentations en ligne, d’interviews de l’auteur, de quelques recensions de la part d’économistes et de journalistes économiques. Le lecteur pourra donc se faire une première idée du contenu et de l’intérêt de ce livre en se reportant à (Desnoyer, 2023 ; Deubel, 2023 ; Fortin, 2023 ; Lavarec, 2023).
2Dès lors, à quoi bon allonger la liste des regards portés sur cet épais livre de 430 pages ? En adoptant une perspective de sociologue, nous souhaitons, dans cette recension, aider ceux et celles qui, débordés par l’ampleur des publications concernant l’avenir du travail ou les impacts sociaux de l’intelligence artificielle (IA), souhaiteraient situer cette somme foisonnante dans leur pile à lire absolument.
3L’idée de cet ouvrage, nous dit Daniel Susskind, lui aurait été inspirée par la raréfaction des emplois qui, entre 2020 et 2022, a caractérisé la pandémie mondiale de confinements et de couvre-feux. Il y aurait vu, comme grossis au travers d’un microscope, les risques liés au développement incontrôlé des nouvelles générations de « nouvelles technologies ». En effet, écrit-il dans la préface, la période du confinement et de la très forte réduction des échanges « nous a donné un double aperçu : de ce à quoi le futur pourrait ressembler et de l’ampleur des défis que nous devrons relever quand il sévira » (p. 8). Pour lui, cette période a été un accélérateur des tendances à détruire, non pas « des » emplois, mais « les » emplois. Et cette accélération résulte d’une vague sans précédent d’automatisation des tâches grâce à l’usage massif de dispositifs techniques d’un nouveau type : ceux basés sur l’IA. Ce qui rend ce grand dégraissage particulier, c’est qu’il a été pratiqué dans des secteurs d’activité que l’on n’aurait pu croire préservés, comme la santé – prise de rendez-vous, diagnostic – ou le droit – « Du jour au lendemain, les tribunaux sont devenus des services en ligne » (p. 13).
4S’il reprend à son tour la question, classique et maintes fois débattue, des conséquences à long terme de l’innovation technologique, les conclusions auxquelles parvient Daniel Susskind entrent en contradiction avec les théories néo-schumpétériennes dominantes. Rappelons que ces théories soutiennent qu’à long terme, les usages des innovations permettent de créer plus d’emplois qu’elles n’en détruisent à court terme. Pour l’auteur, il n’en ira pas de même avec les dernières générations de logiciels d’IA. D’ici la fin du xxie siècle, les investissements colossaux des multinationales qui conçoivent et vendent ces technologies feront disparaître un très grand nombre d’emplois.
5Et ce, quel que soit le niveau de qualification qui leur est associé. En effet, pour Daniel Susskind, les dispositifs basés sur l’utilisation des logiciels d’IA se distinguent par leurs capacités d’autoapprentissage. Indéfiniment. Il n’y a dès lors pas de limites à ce que ces technologies soient utilisées, intentionnellement, pour remplacer, les unes après les autres, les tâches réalisées jusqu’ici par des individus. Soyons clairs : les machines ne vont pas se contenter d’empiéter sur nos tâches, elles vont nous remplacer. Les dernières générations d’innovations vont être délibérément conçues par des équipes de professionnels pour exclure la plupart des autres professionnels, avec la bénédiction avisée des gestionnaires de capitaux.
6Même les tâches manuelles ? Oui, dès lors que leur substitution s’avère profitable du point de vue des investisseurs. C’est ce qu’a pu montrer la période des confinements et des couvre-feux : « Je pense aux machines qui approvisionnent les rayons, préparent les emballages, accueillent les clients, livrent les marchandises, nettoient les sols, prennent la température, etc. » (p. 16). Les catégories les plus touchées par la perte d’emploi ont été celles qui occupaient les postes les moins qualifiés, les moins bien rémunérés.
7Et les tâches dites d’interaction avec des personnes ? Même type de réponses. Jusqu’en 2020, ces emplois avaient relativement échappé à l’automatisation, parce qu’ils concernaient les interactions interpersonnelles. Mais le confinement a poussé à automatiser ces tâches et l’auteur est persuadé que cette tendance va s’accentuer. Et ce, grâce à l’aptitude de certains logiciels à reconnaître les sentiments ou les intentions des êtres humains, à partir d’une interprétation de plus en fine des expressions de leur visage, ou de leur allure générale. Des robots sociaux sont, par exemple, utilisés pour la surveillance des malades d’Alzheimer.
8Il en ira tout autant des professions dites intellectuelles : l’ouvrage fourmille à leur propos d’exemples empruntés au domaine juridique, où des logiciels empiètent sur les tâches jusqu’ici dévolues aux avocats, aux juges, aux hommes de loi en général. Le domaine médical est également propice à la substitution du travail humain par des dispositifs à base d’IA, qu’il s’agisse d’élaborer des diagnostics ou de concevoir de nouveaux médicaments. L’enseignement, la finance, le journalisme, sans oublier le domaine militaire, la création artistique, etc., il ne semble pas exister de sphère d’activité susceptible d’échapper à l’appétit de rationalisation des multinationales telles qu’Alphabet (Google), Apple, Cisco, Criteo, DeepMind, Fujitsu, HPE, IBM, Intel, Meta, Microsoft, Nvidia, Samsung, SAP, Uber.
9Certes, il restera sans doute des emplois rares et très qualifiés, mais l’immense majorité des emplois intermédiaires, plus faciles à routiniser, puis à rationaliser et donc à remplacer par des dispositifs à base d’IA, disparaîtront dès lors que cela pourra créer de la valeur pour l’actionnaire.
10On peut toutefois se demander, dans un tel contexte, qui seront les consommateurs, quelles populations incarneront la « demande ». Sans emplois, la plupart des individus ne seront-ils pas dépourvus de revenus, de pouvoir d’achat ? Bénéficieront-ils de revenus de substitution, issus de processus de redistribution ? C’est ce que suggère l’auteur dans la troisième partie du livre – la plus importante en nombre de pages – en invoquant l’action « d’un super-État », que l’auteur appelle « un Big State », État interventionniste, innovation institutionnelle pour réguler les multinationales de l’IA.
11Il est d’autant plus urgent de concevoir ce Deus ex machina, insiste Daniel Susskind, que l’avenir de l’humanité s’annonce lourd de menaces et ce, bien au-delà du seul registre de l’économie. L’auteur en dénombre trois grandes catégories.
12D’une part, les inégalités entre les détenteurs des capitaux et le reste de la population – inégalités qui ont éclaté au grand jour en 2020 et 2021 – vont encore s’aggraver et atteindre des niveaux dramatiques. Pour les réduire, il ne servira à rien d’investir massivement dans des formations à des emplois que les machines sauront réaliser avec plus d’efficacité et d’exactitude que les individus.
13D’autre part, l’hyperpuissance des multinationales – Big Tech – va leur permettre d’imposer leurs lois aux États, aux nations, aux citoyens.
14Mais, encore plus grave, semble-t-il, aux yeux de l’auteur, se posera la question du sens. En effet, sans emplois, sans travail rémunéré, les individus vont perdre ce qui, jusqu’à présent, forgeait leur identité, donnait sens à leur vie. Que serait, en effet, une société de purs loisirs, constituée de sans-emploi, même s’ils disposaient de revenus ?
15Sans s’aventurer à préciser ce que serait concrètement le Big State, cette figure hypothétique appelée à donner une direction émancipatrice aux sociétés, l’auteur en précise les « deux rôles principaux. Il devra imposer de manière significative ceux qui conservent un capital et des revenus de valeur. Et trouver la meilleure façon de partager l’argent collecté avec ceux qui n’ont ni l’un ni l’autre » (p. 253).
16Parmi les détenteurs de richesse, il faudra bien évidemment taxer le capital patrimonial et les Big Tech, ce qui nécessitera d’accéder à des informations jusqu’ici confidentielles. Le Big State se fera Big Brother, mais pour la bonne cause.
17Mission impossible ? L’histoire économique du xxe siècle montre au contraire qu’une volonté politique forte a permis de faire baisser drastiquement la part des plus hauts patrimoines dans la richesse nationale, comme ce fut le cas de 1933 à 1979. Le graphique 8.7, page 218 est à ce propos sans ambiguïté. Le même graphique illustre combien cette tendance s’est inversée avec le changement de politique économique qu’ont mis en œuvre à partir de 1979, les leaders américains, britanniques, suivis par la plupart des pays développés.
18Quant à la répartition des recettes ainsi collectées, l’auteur propose d’introduire un revenu de base individuel (RBI), « disponible uniquement pour certaines personnes et assorti de conditions » (p. 267). L’auteur se garde bien de préciser sur quels critères choisir les bénéficiaires du RBI et définir les conditions auxquels ils devront se soumettre, se contentant de pointer les dilemmes que chaque État devra trancher. Le Big State devra aussi répartir les investissements.
19Enfin, en ce qui concerne la question du sens, des fondements de l’identité dans un monde avec beaucoup moins d’emplois, la nouvelle figure de l’État fort jouera là aussi un rôle croissant : « D’abord en reprenant la politique de l’éducation de façon à préparer les enfants à s’épanouir dans un monde pauvre en travail. Ensuite, en encourageant, voire en obligeant les gens à occuper leur temps de certaines manières. Enfin, s’il s’en trouve encore pour continuer à “travailler”, l’État doit contribuer à définir le profil de ces postes, même s’ils ne sont pas rémunérés » (p. 340).
20Auteur médiatique, professeur d’économie et chercheur au Kings Collège de Londres, Daniel Susskind a préalablement exercé diverses fonctions au sein de plusieurs gouvernements britanniques. Et c’est sans doute au titre de conseiller des princes contemporains qu’il entreprend ce travail de synthèse.
21D’où le sentiment d’un ouvrage éclectique, à la construction déroutante, oscillant entre l’essai, le manuel scolaire, la thèse érudite et le livre de vulgarisation, brassant très large, mobilisant les résultats de recherches fondamentales en économie comme en sciences cognitives, citant aussi bien des articles de périodiques grand public que des revues de sciences sociales, des philosophes – d’Hannah Arendt à Bertrand Russel, de David Hume à Thomas Hobbes, de René Descartes à Jean-Jacques Rousseau –, comme de grands noms de la paléontologie – Charles Darwin –, et bien sûr des économistes – des plus classiques aux plus récents comme Thomas Piketty ou Joseph Stiglitz.
22Dans sa volonté de convaincre, l’auteur adopte parfois le style d’un enseignant qui, en cours, pour conserver l’attention de son auditoire, multiplie les anecdotes, les digressions, les apartés, sans forcément justifier leur pertinence ni les liens qu’il tisse entre elles. Par exemple, de longues discussions portent sur les modèles théoriques servant de base aux développements des machines numériques. On peut ainsi se demander pourquoi retracer, même à grands traits, les étapes de la pensée mathématique qui sont à l’origine de l’invention des générations d’IA. L’auteur consacre en effet des dizaines de pages à présenter les travaux séminaux d’Alain Turing, puis les différentes tentatives pour imiter le fonctionnement de l’intelligence humaine, les différentes pistes de recherche envisagées, les tâtonnements, les échecs, les avancées, etc. Apparemment, ces détours lui auront été nécessaires pour parvenir à cette affirmation : « Ces systèmes ont beau impressionner et ressembler à s’y méprendre à un être humain, ils ne sont en aucun cas capables d’intelligence. […] Ils n’ont aucune conscience, ne pensent pas, ne raisonnent pas et ne ressentent pas comme les humains » (p. 93). Nous voilà rassurés.
23Mais n’aurait-il pas été plus pertinent d’évoquer l’empreinte carbone qu’engendrent les dispositifs à base d’IA ? La menace climatique semble étrangère au Monde sans travail.
24C’est donc moins contre une créature maléfique qui aurait échappé à son créateur que l’auteur nous met en garde, que contre la puissance destructrice du capitalisme sans entrave, des entrepreneurs milliardaires et de leurs utopies démesurées. L’hubris doit être contenue, régulée, il faut inventer des contre-pouvoirs plus puissants que les plus puissantes multinationales. Il faut les empêcher de détruire nos sociétés.
25Certes, mais dans un monde en compétition exacerbée, agressive, où tous les coups deviennent permis, chaque État isolé, fut-il devenu un Big State, n’aura aucune chance de lutter à armes égales avec ces mastodontes financiers qui profitent et entretiennent les rivalités entre législations du travail et fiscalités. Des think-tanks et des cabinets de consultants, remplacés par des IA, sauront renouveler l’antique menace : si vous nous taxez, nous nous délocaliserons dans des paradis artificiels.
26Au moment où la succession des COP confirme chaque jour l’impuissance des États rivaux à s’entendre pour réduire les risques climatiques, au moment où les différentes agences de l’ONU regardent, impuissantes, les États belliqueux bafouer le droit international, comment façonner la si nécessaire coopération internationale ?
27Nul doute que l’auteur est bien conscient de ces obstacles. C’est pourquoi son livre peut être envisagé comme une dystopie, donnant à voir le scénario du pire pour que, peut-être, certains acteurs convaincus s’attèlent à coopérer et inventent une sorte de New Deal planétaire.
Bibliographie
Desnoyers François (2023), « “Un monde sans travail” : quand le chômage technologique arrivera… », Le Monde, 26 janvier 2023.
Deubel Philippe, « Note de lecture de Daniel Susskind. Un monde sans travail. Comment les nouvelles technologies et l’intelligence artificielle reconfigurent le marché du travail », Sociétal, décembre 2023, numéro spécial « Le travail », tome II, p. 39-41.
Fortin Daniel (2023), « Le mythe porteur de la fin du travail », Les Échos, 20 janvier 2023.
Lavarec Lionel (2023), « Lecture de Daniel Susskind, Un monde sans travail. Comment les nouvelles technologies et l’intelligence artificielle reconfigurent le marché du travail, traduit de l’anglais par Céline Alexandre, Paris, Flammarion, 2023 », Hermès, La Revue, no 92, 2023/2, p. 226-228.
Pour citer cet article
Référence électronique
Jean-Luc Metzger, « Daniel Susskind, Un monde sans travail. Comment les nouvelles technologies et l’intelligence artificielle reconfigurent le marché du travail », La nouvelle revue du travail [En ligne], 26 | 2025, mis en ligne le 28 avril 2025, consulté le 15 juin 2025. URL : http://journals.openedition.org/nrt/20034 ; DOI : https://doi.org/10.4000/13uoq